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martes, 11 de mayo de 2010

¿El comercio internacional es bueno o malo para el medio ambiente?

Es obvio que la producción y el comercio afectan al medio ambiente, y es igualmente obvio que algunos de esos efectos son negativos. El asunto no es si el comercio daña al medio ambiente; lo hace, al igual que muchas otras actividades humanas.

Sino que el comercio también puede provocar efectos benéficos en el medio ambiente al permitir que se compartan bienes y servicios ecológicos de manera más extensa. El verdadero problema es si la situación mejoraría o empeoraría bajo un régimen comercial más liberal.

Los mercados abiertos pueden mejorar la distribución de recursos, de tal manera que los bienes se produzcan donde sea más eficiente hacerlo ecológicamente (y económicamente); incluso si se envían a mercados distantes. Consumir bienes producidos en forma local no siempre es más inofensivo para el medio ambiente que comprar importaciones. Éste es el caso, por ejemplo, de los lácteos, la carne de ovino y de algunos productos hortícolas que se producen en Nueva Zelanda para los mercados del Reino Unido.

Un mayor comercio internacional puede estimular el crecimiento económico, el desarrollo y el bienestar social; contribuyendo así a una mayor capacidad para utilizar el medio ambiente de manera más eficaz. Estudios hechos durante los últimos diez años, concluyeron que para algunos contaminantes, las emisiones aumentan cuando los países progresan —de ingresos per cápita de nivel bajo a nivel medio— y luego bajan cuando los países alcanzan ingresos más altos. La contaminación del agua disminuye en una cantidad muy importante cuando el ingreso per cápita aumenta; la disminución más importante ocurre antes de que un país alcance la categoría de ingreso mediano.

En fechas más recientes, varios países en desarrollo han aplicado controles más estrictos de contaminación que los países de la OCDE tenían vigentes cuando estaban en los mismos niveles de desarrollo. Utilizando el conocimiento existente que aborda las relaciones entre la reducción de contaminantes con las mejoras en salud y con una mayor productividad, muchos países en desarrollo han concluido que los beneficios de controlar la contaminación superan sus costos.

Éstos países han encontrado formas innovadoras de mitigar la contaminación, esto incluye la introducción de cargos o impuestos por contaminar, mayor transparencia —exitosas para reducir la contaminación en Indonesia y las Filipinas— y la creación de nuevos parques industriales para industrias pesadas como las del acero y de productos químicos, que logran niveles altos de recuperación de materiales, reciclaje y tratamiento de desechos.

La apertura comercial y la inversión pueden dar a un país el incentivo para adoptar y mejorar el acceso a nuevas tecnologías ecológicas. Cuando un país se integra más en la economía mundial, su sector exportador está más expuesto a los requisitos que en materia ambiental imponen los principales importadores. A su vez, los cambios necesarios para cumplir con esos requisitos influyen en la cadena de suministro en forma regresiva, fomentando el uso de tecnologías y procesos de producción menos contaminantes.

La adopción temprana de normas ambientales ha ayudado de muchas maneras, incluso en la difusión de convenios comerciales regionales y bilaterales entre países desarrollados y en desarrollo que, como ya es costumbre, proporcionan recursos e instituciones para el intercambio de información y el fortalecimiento de las capacidades, y alientan al socio menos desarrollado económicamente a reforzar sus normas ambientales.





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